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Ceferino Pardo


martes, 20 de abril de 2010

EDUARDO HERNANDEZ TRIO - en La Casona


Mientras escucho el disco “Paranoid” de Black Sabbath intento recordar las sensaciones que me generó EDUARDO HERNANDEZ TRIO el sábado 17 por la noche. Recién casi al final de “War Pigs” puedo concentrarme y una imagen, antes borrosa, ahumada, comienza a ganar nitidez hasta convertirse en un señor del aspecto del Indio Solari (sólo que sin los anteojitos negros) que nos saluda a todos los presentes que nos dimos cita en LA CASONA para comenzar, guitarra en mano, a tocar canciones de música brasileña que yo jamás había escuchado en mi vida (y que seguramente eran clásicos). Con el acompañamiento musical de Diego González en batería y Juan Subrani en bajo, Eduardo Hernández, a quien jamás había visto o escuchado hasta ese momento, comenzaba su espectáculo.

“Planet Caravan” me hace reflexionar: ¡Qué lindo es ser ignorante en algunas cosas! De esta forma uno siempre puede verse sorprendido, inclusive ante algo que ya todos conocen. Y sorprenderse es magia, circo, alegría. Podría escribir páginas y páginas enteras acerca de mi ignorancia sobre muchas cosas, pero acá lo importante es la samba brasileña, el candombe y la bossa nova que propuso el trío.

En la primera parte del show Eduardo no se despegó de su guitarra, a la que le sacó melodías de Haroldo Barboza, Jaime Ross, Djavan, y el Cuchi Leguizamón y su “Zamba de Argamonte”, entre otros artistas y canciones que los aproximadamente 40 espectadores disfrutaron con respeto y alegría (sentida, aunque no exteriorizada salvo por los calurosos aplausos –quiero decir, ninguno se puso a bailar aunque el ritmo te invitaba). 
Después de un breve intervalo, Eduardo cambió su rol de guitarrista por el de pianista (reconozco que lo vi tan cómodo tanto con un instrumento como con el otro). Siempre acompañado por los mismos músicos, rompió el ritual brasileño para venirse con dos interesantes versiones de, primero, Luis Alberto Spinetta y, segundo, de Litto Nebbia. “Los libros de la buena memoria” de Invisible (ver video) sonó prolija, anestésica y transportadora a otros universos. Sólo me trajo de vuelta a la realidad de La Casona la versión candombe de “Sólo se trata de vivir”, que fue una linda pre-movida-de-patas para la clásica “Garota de Ipanema” (esa si la conocía je) que movilizó espíritus y corazones.

Durante todo el show Eduardo tuvo como percusionistas invitados a dos de sus jóvenes alumnos, Tomás Casal y Bruno Del Castaño, y este hecho me produjo alegría. Dar un espacio a estos jóvenes, tal vez sin necesidad musical de hacerlo, fue muy meritorio de parte de Eduardo; fue dar escenario a músicos en formación pensando en esta loca ciudad en la que los “espacios” no abundan.  
“Iron Man” y los “espacios” me sacan de clima. ¿Qué nos pasa a los tresarroyenses en relación a los espacios para las expresiones artísticas musicales? Son más las puertas que se cierran (por cuestiones de plata y desinterés) que las que se abren. La Casona, El Vagón de los Nadie, El Andén -sin contar los pubs/boliches y teatros privados que eso es otra historia- son los únicos (¿hay más?) espacios abiertos a todos o casi todos. ¿Qué pasa con el soñado Teatro Municipal (no municipal) que alguna vez fue el Mercado Comunitario de TODOS y que hoy dista mucho de ser “comunitario”? ¿Acaso este teatro no debería ser el primero en aceptar propuestas locales y abrir sin prejuicios las puertas a todos los artistas tresarroyenses? Si, te abren las puertas ¡pero con plata en mano! Los espectáculos que vienen de Capital abundan por ese escenario “selectivo”, pero sólo vi rock ahí cuando los espectadores tenían que sentarse en las gradas de cemento frío (aún estaba en construcción) y cuando se hizo el festival de rock OYE ESTA VOZ el año pasado, pero con limitaciones: ¡LAS LUCES DEL TEATRO NO SE LAS DEJARON USAR! Qué verguenza.

Eduardo peló durante todo el show un portugués casi natural, de un tipo que se ve que lo vivió en carne propia, “con fiestas diarias, interminables y locas que sólo paraba la policía” y que algún día espero pueda escuchar de sus propias palabras. Los jugueteos musicales, tanto de Dieguito en los parches como de Juan en ese hermoso y delicado bajo de 6 cuerdas, fueron un acompañamiento correcto inclusive cuando, ya casi finalizando el recital, se largaron con los temas de jazz “Beautiful love” y “My Favorite Things”. En el final hubo un mini homenaje de dos canciones al músico y compositor brasileño Djavan, que fue versionado por el trío para darle cierre a una noche alegre, distinta y reveladora (al menos para mí).

Contento y con una ignorancia menos en mi haber, pienso que debería dedicarle algo de mi tiempo a los ritmos brasileños. Eso si, primero tiene que terminar el tremendo “Fairies Wear Boots” de Black Sabbath.


Todas las fotos por Ceferino Pardo


2 comentarios:

Eduardo Hernandez dijo...

Agradezco tus comentarios Ceferino, y te felicito por el blog, espero que sea mas difundido entre los amantes de la música.
Tus comentarios me resultan mas elogiosos aún, viniendo de alguien que dice no haber escuchado nunca música brasileña. A su vez me pone contento el haber despertado en alguien la curiosidad por esta música.
Solo queria hacer una aclaración: cuando decis que inclui a mis alumnos quizás sin necesidad musical; es todo lo contrario, tenia mucha necesidad de que ellos participen tocando esos 2 instrumentos(surdo y shaker), con ellos se terminó de armar la base para un buen bossa nova o samba. Hacia tiempo que no me sentia cantando asi, era como si me llevaran en andas, claro que eso tambien sucede porque hay dos grandes músicos como Diego Gonzalez y Juan Subrani.

Tres Arroyos Rock dijo...

Muchas gracias Eduardo por tan importante aclaración. Sin dudas mi falta de conocimiento sobre la musica brasileña me jugó una mala pasada. Y me alegro mucho que te haya gusta el blog.

Un abrazo grande

Ceferino Pardo