¡Es emocionante
ser parte, aunque sea como espectador! Un abrir y cerrar de ojos, y nada es
como era. Sabemos que todo está hecho, pero igual insistimos. Un gran show en
el cielo, con voces que nos susurran al oído imágenes que podemos ver. Desfilan
los perros verdes con cuellos de jirafa, luchan los leones sin dientes por una
siesta de flores secas, los gallos que te sorprenden al dormir, y un mar de
sal, mucha sal. Los chicos lloran y los payasos se ríen.
El sábado por la
noche Tallo Verde se presentó en el salón de la Biblioteca Sarmiento para unas 500
personas o mas, tal vez muchas mas. Incontables cabecitas calesitas hicieron de
un lugar frio y vacío un útero para los sentidos. Un recreo en la rutina
intolerable que nos exaspera, ausente de creatividad y de rebeldía, que solo
genera dolores de panza y urticaria. Contra todos esos males está Tallo Verde.
Silvestre Doladé (guitarra, concepto y voz) pensó y parió a Tallo Verde hace un
año y medio, y Seba Ajargo (bajo, voz,
coros), Agustín Alvarado (guitarra rabiosa), Pato García (batería) y Gustavo
Sabatini (teclas, voz, coros) fueron los que lo ayudaron a darle identidad y
buena vida al proyecto. Desde el primer show cuidaron aspectos de la música que
muchos artistas dejan pasar por alto, y ahí ya marcaron la diferencia. Sumado a
eso, ideas, conceptos, estéticas. ¡Así si! Y mejor aún cuando editaron su
primer disco. Un mundo animal, lleno de imágenes cotidianas y pueblerinas tan características en
la lírica de Silvestre. Las melodías te atrapan y gustan, un poco mas cada vez.
Da ganas de volver a escuchar el disco, y por fin te encontrás cantándolo.
Llegar al show del sábado con un disco recontra disfrutado generó muchas expectativas.
Y por eso 150 personas se hicieron 500 o 1000, y por eso la Biblioteca
Sarmiento fue el Obras de los 80´. Y no me molestó que la puesta en escena
partiera fríamente a la banda en 2, ni siquiera el alto volumen del sonido. Tallo
estaba rockeando en vivo el disco que tanto me había gustado, el disco que tal
vez mas he escuchado de las producciones locales.
Tallo Verde tardó mas de lo común en transpirar el almidón petrificante de la
escena. Esa presión de saber que era una fecha especial, muy esperada por ellos y también por nosotros, tal vez jugó un poco en contra. A lo
largo de la noche pasaron por el escenario músicos invitados que legitimaron el
nivel musical de Tallo Verde: Matías Elcuaz se encargó felizmente de la percusión durante
casi todo el show, Amalia Nickel y su
acordeón a piano endulzaron un par de canciones, y Pablo Mariani rockeó con su saxo
y deleitó a todos con su logrado arreglo en “El Río”. Una coreografía casi
psicodélica, extirpada del Woodstock del 69, se apoderó de “Perros Verdes”, en
el que Camila Chalde y Melisa Lazarte danzaron, entre músicos y cables, su
libre albedrío.
Reconforta el espíritu la existencia de un espectáculo como el que propuso Tallo Verde, donde sobresalió el respeto de los artistas para con el público presente. Notable producción de un show pensado y procesado, por varios meses y por muchos cerebros creativos. Nada quedó librado al azar y eso me gusta: desde el vestuario de los músicos hasta la entrada coleccionable, pasando por la escenografía conceptual y la música en espera. Todo fue un guiño cómplice “valorizador” de los músicos a los espectadores. Viva el arte, gritaron los libros de al lado en sus sueños forzados. De este lado hubo sonrisas.
Algunos datos artístico-técnicos:
Escenografía: Jazmin Chalde y Facundo Gutierrez
Sonido y luces: Ruidos Sound – Claudio Bocanegra
Operador de sonido: Diego Buzzi
Asistente de escenario: Dario Hiriart
Música en espera: Armando Damiano
Textos y Fotos: Ceferino Pardo